miércoles, 17 de octubre de 2018

TP Ampliación de análisis "Del amor y otros demonios"


Alumnos: 
Si bien, alcancé este práctico el pasado jueves 11/10; la novela debía estar leída desde mediados de Septiembre. No queda mucho por resolver y los tiempos son óptimos todavía. Aprovéchenlos!!!!

1.- Anote la totalidad de los personajes que intervienen en esta historia y su relación con Sierva María.
2.- Haga un relevamiento de las costumbres propias de los tiempos en que se inscribe la historia.
3.- En cuántos escenarios (lugares) se desarrolla el conflicto. Cite pasajes descriptivos de cada uno.
4.- ¿Qué frases y pronunciadas por quienes, alientan la idea de que Sierva María está poseída por los demonios?
5.- Colocar un título a cada uno de los 5 (cinco) capítulos que integran la novela, acorde al avance del conflicto.
6.- ¿Qué relación tiene la aparición del libro prohibido en la Biblioteca de Abrenuncio con lo que estaba viviendo en ese momento Cayetano Delaura?
7.- Tracen tres posibles hipótesis que expliquen por qué el cabello de la niña seguía creciendo después de su muerte.
8.- El amor es el sentimiento que recorre las páginas de la novela. ¿Cómo se manifiesta entre los personajes? Citar pasajes de la obra para comprobarlo.
9.- Investiguen en qué época se refieren las vivencias de los personajes de la novela y determinen, ¿a qué género literario pertenecen? Anoten los tópicos que se cumplen en la obra.
10.- Redacten el epitafio que podría haberse inscripto en la lápida de la tumba de Sierva María.

Fecha de presentación: Jueves 18 o lunes 22/10 

jueves, 11 de octubre de 2018

El informe de Investigación - Pautas de escritura y presentación

En el ámbito de la enseñanza, podemos definir el informe, como un texto en el que se presenta información sobre un tema determinado, junto con los datos y conclusiones más importantes que se han obtenido a partir de su estudio en fuentes objetivas, variadas y actualizadas para ese fin.
En cuanto a la estructura presentan tres partes bien diferenciadas: la introducción, el desarrollo y la conclusión. Tratándose de un soporte de tipo expositivo-explicativo, las tres deben constituir la estructura y coherencia de ese tipo discursivo. 
La introducción debe presentar el tema de manera agradable y con un cierto resorte expresivo para el lector que, desde el principio debe ser conducido por la curiosidad a introducirse en la lectura de ese documento único, escrito desde la perspectiva del autor que lo diagrama. 
Constará a su vez de cuatro párrafos bien diferenciados, una pauta para integrarlo al tema general del cual se desprenderá el estudio, una explicación acerca de la importancia u originalidad en la que radica el estudio que se guiará. Un breve recorrido descriptivo por los temas más sobresalientes y finalmente, una justificación del uso de fuentes que darán el perfil particular a esa presentación.
Para el desarrollo deberán considerarse estas condiciones:

* Ya les anoté en clases las tipografías permitidas para el Procesador Word - Times New Roman o Arial - Tamaño: 12 texto y 14 o 16 para titulos interiores.
* No abundar en subtitulados en el cuerpo del desarrollo. 
*No dejar espacios en blanco.
*Justificar el texto / alinear margen derecho para dar prolijidad.
*La configuración de página es: 3,00 superior, 2,5 inferior de la hoja A4 - para los laterales: 2,5 margen izquierdo y 2,00 para el derecho. 
* No se deben incluir fotografías, gráficos u otro tipo de soporte en el desarrollo, se puede hacer una inclusión mediante referencias que remitirán al lector al Anexo final del trabajo. Por ej. si tengo una foto ilustrativa de un aspecto que mostrar, coloco (ver fig N° ? Anexo) 
*Para cada hoja deberán declarar el pie de página correspondiente a la fuente de donde se hizo la investigación. Por página deben constar 2 o 3 y no más. 
*Las páginas del desarrollo se numeran en el  margen inferior izquierdo, una vez que hayan finalizado de diagramarlo. 
*No se deben considerar testimonios como aportes informativos de manera directa. Por ej. entrevistas a profesionales o la opinión de personas consultadas. Se puede considerar esa información como objetiva en el desarrollo y luego incluir los originales en el Anexo de Textos.
*El mínimo contenido de este parágrafo es de 5 hojas y no más de 8. 
La conclusión es el cierre del trabajo y es allí donde se retoman los datos más importantes incluidos en él y se realiza una evaluación sobre los mismos. 
Los paratextos que conforman la versión para entregar, contiene carátula, índice, bibliografía, anexos y glosario -si fuera necesario -


domingo, 26 de agosto de 2018

Conectores - Clasificación - Relaciones semánticas

Los conectores son marcas que orientan al lector en el descubrimiento de la coherencia que subyace en la estructura superficial del texto. Mediante los conectivos el escritor organiza retóricamente y lógicamente la información de sus textos. El lector, por su parte, se apoya en los conectores para
descubrir con más facilidad cómo se relaciona en el texto la información nueva con la suministrada anteriormente.
· Numerosos conectores son polisémicos: un mismo conector puede expresar diferentes relaciones en contextos lingüísticos diferentes.
· Una misma relación lógico-semántica se puede expresar mediante diferentes conectores.
· Aún cuando diferentes conectores pueden expresar una misma relación semántica, no por eso son conmutables.
Relaciones                                     
1. Aclaración, repetición: proporcionan mayor claridad y énfasis a una idea.
Como se ha dicho
Con esto quiero decir
Conviene subrayar
Dicho de otra manera
En otras palabras
Es decir
Es necesario recalcar que
Esto es
Lo anterior no quiere decir que
Lo dicho hasta aquí supone que
Los anteriores conceptos se esclarecerán
en lo que sigue
Nada de lo expuesto hasta aquí
significa que
No me referiré a
Todo esto parece confirmar
Una cosa es... y otra
Cosa distinta es
Me gustaría dejar claro
2. Adición: agregan nuevos datos al desarrollo de una idea o introduce otro aspecto del tema.
Además
Así mismo
Hay que mencionar, además
Habría que decir también
Mas aún
No sólo... sino también
Otro rasgo de
Por otra parte
Por otro lado
Se debe agregar que
También
Todavía cabe señalar
3. Cambio de perspectiva: anuncian que se va a abordar otro aspecto del mismo tema.
A su vez
Acerca de
Con respecto a
El siguiente aspecto trata de
En cuanto a
En relación con
Por lo que se refiere a
Por otra parte
Por otro lado
4. Causa: introducen ideas que se erigen como causa o premisa de una determinada conclusión.
A causa de
Como
Considerando que
Dado que
En vista de que
Porque
Puesto que
Teniendo en cuenta que
Ya que
5. Coexistencia: expresan que un evento se realiza al mismo tiempo que otro con el que guarda relación.
Al mismo tiempo
Algo semejante ocurre (sucede) con
Cosa parecida sucede también con
De igual modo (manera, modo, suerte)
Igualmente
Mientras tanto
Por otra parte
Por otro lado
Simultáneamente
Todas estas observaciones se
relacionan también con
6. Comienzo: Inician un tema nuevo
Acerca de
Con respecto a
El siguiente punto trata de
En cuanto a
En lo que toca a
En relación con
Otro punto es
Por lo que se refiere a
Sobre
7. Concesión, restricción: expresan una restricción o una objeción que no llega a invalidar la validez o la realización de un evento.
A pesar de que
Al contrario
Aunque
Desde otro punto de vista
En contraste con lo anterior
Existe, empero
Más no se trata tan sólo de
No obstante
Por el contrario
Sin embargo
8. Conclusión o consecuencia: anuncian proposiciones que encabezan una conclusión, una consecuencia o efecto..
Así que
Como resultado
De ahí que
De donde resulta que
De donde se infiere que
De manera que
De modo que
En conclusión
En consecuencia
En definitiva
Es así que
Es por esto que
Para concluir
Por consiguiente
Por esto
Por lo cual
Por tanto
Por todo esto
Razón(es) por la(s) cual(es)
Se infiere que
9. Condición: expresan una condición necesaria para que ocurra o tenga validez un determinado
evento.
A condición de que
A menos que
A no ser que
Con que
Con tal que
En caso de que
Si aceptamos que
Si esto es así
Si… entonces
Siempre que
Siempre y cuando
10. Continuidad: para dar continuidad al tema o mostrar una transición.
A continuación
Además
Ahora puedo decir
Ahora veamos
Antes de examinar
Avanzando en nuestro razonamiento
Como se afirmo arriba
Con respecto al primer punto
Consideremos ahora
Dicho lo anterior
Empezaré por considerar
Examinaremos brevemente ahora
Hecha esta salvedad
Llegados a este punto
Luego
Prosigamos nuestro análisis
Volviendo al tema que nos ocupa
(después de una digresión)
11. Contraste u oposición: expresan un contraste o una oposición entre dos ideas o entre dos situaciones.
A pesar de que
Ahora bien
Antes bien
Aun + (gerundio)
Aunque
Con todo
En cambio
En contraste con
No obstante
Pero
Por el contrario
Por más que
Si bien
Sin embargo
12. De conformidad: anuncian una conformidad, similitud o semejanza con algo que se planteó anteriormente.
Acorde con
Así mismo
Conforme a
De acuerdo con
De igual modo
De manera análoga
De manera semejante
Del mismo modo
En consonancia con
Igualmente
Lo que es lo mismo
Similarmente
13. Detalles: señalan o determinan un aspecto preciso.
Cfr. [Confróntese]
De manera puntual me refiero a
En concreto
En el caso de
En particular
Exploremos un poco la idea de que
Para comprender mejor
Para ser más específicos
Será preciso mostrar que
14. Ejemplificar: Ilustran o ejemplifican una idea.
Así, por ejemplo,
Baste, como muestra
Comenzaré dando un ejemplo sobre
El siguiente ejemplo sirve para
Este ejemplo basta para Ilustremos lo
dicho con
Para ilustrar mejor
Pongamos por caso
Sirva de ejemplo (modelo)
15. Énfasis: enfatizan o destacan ideas o puntos importantes que no deben pasar desapercibidos.
Definitivamente
Deseo subrayar que
En efecto
En particular
En realidad
Indiscutiblemente
Lo más importante
Lo peor del caso
Por supuesto que
Precisamente
Sobre todo
16. Finalidad: encabezan proposiciones que expresan una finalidad o un propósito.
A fin de
Con el fin de
Con el objetivo
Con el propósito de
Con la finalidad de
Con la intención de
Con miras a
Para que
17. Hipótesis: encabezan juicios de los que no se tiene certeza absoluta, pero que es posible que sean acertados por las características y de lo observado.
A lo mejor
Admitamos por el momento
Consideremos esta hipótesis:
Es posible que
Es probable que
Parto de la siguiente hipótesis
Planteo como hipótesis
Posiblemente
Probablemente
Quizás
Supongamos
Tal vez
18. Introducción: Introducen el tema del texto
El objetivo principal de
El propósito de este
En lo que sigue voy a
Este texto trata de
La finalidad de este escrito es
La pretensión de este ensayo es
Me propongo exponer
Mi propósito al escribir este ensayo es
Voy a plantear
19. Objeción: se anticipa a responder una posible objeción del lector
Ante la objeción
Antes de continuar voy a responder a unas probables objeciones
Oigo ya venir una objeción
Para quienes piensan que
Quienes refutan esta idea (o posición)
sostienen que
Se podría objetar que… , sin embargo,
Voy a responder ahora a una objeción
20. Resumen: recapitulan, sintetizan o resumen una información previa.
Dicho brevemente
En definitiva
En pocas palabras
En resumen
En síntesis
En suma
Para simplificar
Podemos condensar lo dicho hasta aquí
Resumiendo
Resumo ahora la tesis de este ensayo:
Sintetizando, pues, diré para terminar
21. Secuencia, orden cronológico: organizan secuencias o ideas siguiendo un orden lógico, cronológico o de importancia.
A continuación
Antes de examinar
Después
En primer lugar
En segunda instancia
En segundo lugar
En último lugar
Finalmente
Luego
Para empezar
Para terminar
Enseguida
22. Semejanza: colocan dos juicios en un mismo plano de importancia.
Así mismo
De igual manera
De igual modo
De la misma forma
De manera semejante
Igualmente
                                 CASSANY, La cocina de la escritura. Barcelona: Anagrama, 1995. p. 154-157.

martes, 21 de agosto de 2018

Obras literarias del 2° Cuatrimestre

Alumnos: aquí dejo los enlaces para ir leyendo las obras que corresponden a la segunda etapa anual de programa...Con tiempo, para que tomen notas de las lecturas y sea más fácil comprender y analizar los conflictos...

https://drive.google.com/file/d/1O6ol-DTE1Fhq1yaV8-HTQ5fP8yyLaSFM/view?usp=sharing

https://drive.google.com/file/d/1teWVgHsticOFUyXjqALhfP5n3muVIbsA/view?usp=sharing


El primero de los enlaces es de la novela "Del amor y otros demonios" de Gabriel García  Márquez
y el segundo, es de la novela "Oliver Twist" de Charles Dickens

domingo, 1 de julio de 2018

El cuento realista

Dentro de la ficción, los relatos realistas presentan un mundo que se parece a la realidad y experiencia cotidiana de los lectores. Es un mundo ajeno a la presencia de elementos sobrenaturales y caracterizado por estar regido por la razón. En estos cuentos, la conducta humana no es explicada por la intervención de fuerzas mágicas o misteriosas, sino por la psicología de los personajes o por los vínculos que se plantean entre los mismos personajes y el mundo que los rodea.
La realidad que presenta el relato realista puede ser conocida o no por el lector, pero en todos los casos la puede reconocer como posible. En este tipo de cuentos hay una observación profunda de los rasgos psicológicos y sociales de los personajes, es decir, ponen en evidencia tanto sus condiciones de vida y de trabajo como sus valores, sus pensamientos, su forma de ser, y su relación con el medio social, económico, político y cultural que lo rodea.
Algunos recursos para producir cierto efecto de realidad son:

  • Las descripciones intentan parecer precisas y recrean un marco reconocible.
  • En general, el narrador, es omnisciente para producir un efecto de registro imparcial u objetivo de los hechos.
  • Los personajes parecen extraídos del mundo del lector o de una sociedad que puede reconocer como existente. 
Fuente: "Las estéticas literarias: tradición e innovación" Prácticas del Lenguaje. Ed Longseller 2010

jueves, 21 de junio de 2018

Actividades prácticas de Recursos Cohesivos


1.- Lee con detenimiento este texto y anota todos los mecanismos de cohesión que encuentres. Luego explica por qué se han empleado.

La Virtualisis es un nuevo trastorno aún minoritario, pero enormemente alarmante que ha comenzado a dejar su huella en algunos adictos a Internet. Debido a los pocos casos que hasta ahora hemos descubierto, resulta casi imposible dar una definición exacta de la Virtualisis. En base a lo que hemos conocido podría hablarse de una enfermedad que aparece como resultado de la adicción a Internet, en personas que ya tenían una fuerte dependen­cia”. Estas desconcertantes palabras abren paso en la página web de Virtualisis, a un desolador escenario para los cada día más numerosos usuarios de la red y las plataformas online. Sin embargo, a pesar de que esta supuesta enfermedad sea una completa desconocida en el ámbito clínico, no hay que alarmarse. En realidad no se trata de una vera patología, sino de un proyecto artístico de Raquel Labrador.
Virtualisis se podrá ver hasta el sábado 14 de julio, en la sección expositiva del Festival de Cine Creative Com­mons Ciudad de México (CC CMX), donde se presentará en el marco de una instalación formada por una serie de fotografías, una video proyección, un documental y la web oficial sobre la enfermedad.        
                                                                                                                            El país digital,  11 de julio de 2012
2.-Elabora un texto breve con las palabras: hiedra, luna, pantano, musgo, viscosidad, atrapar, enviar, negrura, cristal.  Recuerda que el texto debe tener adecuación, coherencia y cohesión.
3.- En este texto es importante el uso de uno de los mecanismos de cohesión léxica ¿de cuál se trata? Subraya las distintas maneras en que se reemplaza el término “palabras” en el texto.
 LAS PALABRAS
 Si algo sabemos los escritores  es  que  las  palabras  pueden  llegar  a  cansarse  y  a  enfermarse  [...].  Hay  palabras  que  a  fuerza  de  ser  repetidas,  y  muchas  veces  mal  empleadas,  terminan  por  agotarse  [...].  En  vez  de  brotar  de  las  bocas  o  de  la  escritura  como  lo  que  fueron  alguna  vez,  flechas  de  la  comunicación,  pájaros  del  pensamiento  y  de  la  sensibilidad,  las  vemos  o  las  oímos  caer  como  piedras  opacas,  empezamos  a  no  recibir  de  lleno  su  mensaje,  [...]  a  sentirlas  como  monedas  gastadas  [...]  Pero  en  algunos  de  nosotros  [...]  se  abre  paso  un  sentimiento  de  inquietud,  un  temor  [...]  que  no  debe  ser  callado  cuando  se  lo  siente  con  fuerza  y  con  la  angustia  con  que  a    me  ocurre  sentirlo.  [...] ¿Con qué derecho digo aquí estas cosas?  Con el [...] de alguien que ve en  el  habla  el  punto  más  alto  que  haya  escalado  el  hombre  buscando  saciar  su  sed  de  conocimiento  y  de  comunicación,  es  decir,  de  avanzar  positivamente  en  la  historia  como  ente  social,  y  de  ahondar  como  individuo  en  el  contacto  con  sus  semejantes.  Sin la  palabra  no  habría  historia  y  tampoco  habría  amor;  seriamos,  como  el  resto  de  los  animales,  mera  sexualidad.  El  habla  nos  une  como  parejas,  como  sociedades,  como  pueblos.  Hablamos porque  somos,  pero  somos  porque  hablamos.  Y  es entonces  que  en  las  encrucijadas  críticas,  [...  ]el  habla  asume  un  valor  supremo  del  que  no  siempre  nos  damos  plena  cuenta. 
                                                                                                                         Conferencia  de  Julio  Cortázar,  Madrid  (1981)

4.-En el siguiente fragmento reconocer la cadena léxica con el que se construye el tema.

Un ecosistema es un conjunto de elementos  naturales  integrados,  interdependientes  unos  de  otros,  ubicados  en  un  espacio  territorial  concreto  y  sometido  a  cambios  en  el  tiempo. Su biocenosis o comunidad está formada por  los  seres  vivos  (animales,  vegetales,  microrganismos,  hongos)  de  diversas  especies.  En cierta forma, se consideran  unidades  básicas  en  el  funcionamiento  de  la  naturaleza,  situadas  en  un  nivel  de  complejidad  intermedio  entre  las  poblaciones  de  seres  vivos  de  cada  especie  y  los  biomas  (con  diversos  ecosistemas).  Las características del suelo en la  tierra  y  del  clima  o  las  condiciones  acuáticas  constituyen  el  biotopo. Ambos son la parte más  fácilmente  observable,  pero  lo  que  caracteriza  realmente  a  cada  ecosistema  son  las  influencias  existentes  entre  sus  elementos,  que  son  de  cuatro  clases:  entre  los  seres  vivos,  de  una  condición  abiótica  sobre  los  seres  vivos  del  ecosistema,  de  los  seres  vivos  sobre  las  condiciones  ambientales  y  entre  los  factores  ambientales.
                                                                                                                                                 Revista Muy interesante

5.- Elige uno de estos tres temas:
A. La comida vegetariana frente a la comida tradicional.
B. Vivir en el campo o vivir en la ciudad.
C. Vacaciones en la playa o en la montaña.
Ahora trata de escribir un texto breve exponiendo las ventajas e inconvenientes de una u otra opción, y trata de defender tu preferencia. Utiliza para ello elementos de cohesión estudiados en clase. (conectores) Recuerda la estructura básica de un texto expositivo: presentación- desarrollo y conclusión.
Condiciones: debe tener una extensión de media carilla y contener como mínimo tres párrafos.

6.- Completa el siguiente texto usando algunos de los conectores propuestos:
¿Por qué el cine americano se ha impuesto de tal modo al europeo hasta el punto de amenazarlo de extinción? Algunos claman que a causa de la pura fuerza del dólar. Pero es algo que no ha pasado en literatura, ni en pintura, ni en música sinfónica, ni en gastronomía, ni en periodismo. Los dólares compran casi todo, pero no aniquilan casi nada. Otros, _____________, arguyen la más simple razón del triunfo: que las películas americanas son mejores. _____________, el que una película sea considerada buena o mala es algo desesperadamente subjetivo; y, _____________ cualquiera que sea el baremo que se aplique, es incontrovertible que bastantes películas europeas son estupendas y muchas películas americanas son pésimas. Lo que, _____________, sí puede afirmarse es que las películas americanas gustan por lo común más a la gente. ¿Por qué?
Fragmento adaptado de El cielo protector en Libre Mente de Fernando Savater.
sin embargo               por lo tanto            ahora bien                  además           en cambio                      de ahí que

7.- Identifiquen qué recursos cohesivos se utilizaron en los siguientes textos. Recuerden utilizar las marcas.
a) A comienzos de la próxima semana quedará concluido el escrutinio definitivo de los comicios realizados el pasado do­mingo en Tierra del Fuego. Sólo entonces, las autoridades nacionales fijarán la fecha del ballotage para designar al gober­nador y vice de la provincia. Como resultado de la inusual demora en contar sesenta mil votos, es posible que la segunda vuelta quede postergada para el Domingo 4-
b) Mi hermano y yo salimos a caminar el martes por los suburbios de la ciudad, al regresar vimos a un desconocido frente a la puerta de una casa. Cuando nos acercamos, él salió corriendo. Ese día entendimos la peligrosidad de ese lugar.

8.- Ordena los párrafos y conforma un texto. Colócale un título acorde al contenido.

Además, luchar desinteresadamente en defensa de los inocentes; ya sea combatiendo el crimen, catástrofes, invasiones extraterrestres o cualquier otra amenaza, con frecuencia al margen de la ley.
 ———————————
Primero, tener un origen o momento en el que se convierten en superhéroes. Los orígenes más frecuentes son: el origen no humano (extraterrestres, dioses mitológicos, razas ficticias apartadas de la humanidad, robots, fantasmas, demonios, etc. Ejemplos de superhéroes con este origen son: Superman, Thor, Los Inhumanos, La Visión y Spawn); el origen producto de experimentos científicos (puede ser una consecuencia accidental de un experimento, por ejemplo; El Hombre Araña, Flash, Hulk o Los Cuatro Fantásticos); por último, el origen como consecuencia de un trauma (un ejemplo es el de Batman, cuya familia fue asesinada).
  ———————————
Un superhéroe es un personaje de ficción cuyas características superan las del héroe clásico, generalmente con poderes sobrehumanos. Algunas de esas características típicas de los superhéroes son:
  ———————————
Finalmente, tener doble identidad: una de persona corriente y otra secreta, bajo la que actúa como superhéroe; como Clark Kent (Superman) Peter Parker (El Hombre Araña), Bruce Wayne (Batman), David Banner (Hulk), etc.
  ———————————
Luego, poseer una o varias capacidades especiales; como el lanzamiento de rayos energéticos, la capacidad de volar, fuerza sobrehumana, invulnerabilidad, telepatía, telequinesis, conocimiento de artes marciales y gran inteligencia.
  ———————————
 ACTIVIDADES:
  1. ¿Qué tuviste en cuenta para ordenar el texto? Explica.
  2. Reconoce  dos casos de elipsis.
  3. Dos casos de referencia pronominal
  4. Dos casos de hiperónimos y sus correspondientes hipónimos.
  5. Arma el campo semántico del tema del texto.


lunes, 18 de junio de 2018

Trabajo Práctico de Literatura(cuentos policiales)

"La pista de los dientes de oro" - "Asesinato a distancia"

1.- Ambos relatos pertenecen al sub género policial y por ello evaluarás la siguiente estructura en cada uno de ellos:
 a) presentación del caso b) investigación de los hechos c) interpretación de los indicios y d) resolución del caso.
2.- Relaciona el conflicto que desarrollan los relatos con el titulo de los mismos. 
3.- ¿Quiénes son el Dr Larrimbe y el vendedor de lotes en el cuento de Walsh y cómo actúan durante la investigación? 
4.- Reconstruye el marco de tiempo y espacio donde suceden los hechos en cada uno de los textos. ¿En cuánto tiempo se desarrollan ambos argumentos?
5.- En cuadro comparativo anota los procedimientos que llevan adelante los investigadores/agentes de justicia para esclarecer los casos.
6.- ¿Cuáles son los móviles para que los asesinos cometan los crímenes? ¿Quién los descubre? Cite el pasaje textual donde se hacen evidentes.
7.- ¿Cuál es el final que ofrecen ambos conflictos? Explíque cada una comparándolos entre sí....
8.- ¿Por qué podría tratarse de un crimen perfecto el de Ricardo Funes? ¿Quién lo cree así? 
9.- ¿Por qué supone Lauro Spronzini que jamás podrá ser descubierto? 
10.- Explique -basado en la teoría - la pertenencia de cada relato a un estilo policial particular. Para justificar este punto, lea el posteo de fecha 14/05/2014 "Teoría para Literatura" que figura en este mismo Blog de estudio.

Fecha de presentación: Jueves 28 de Junio - Modalidad: un trabajo cada 2 alumnos...no más...

domingo, 20 de mayo de 2018

Prácticas para revisar el concepto de coherencia global


1.  Alumnos: en el aula aprendimos cómo funciona la coherencia como mecanismo discursivo. Establecimos que se trata de un fenómeno observable en dos dimensiones: una global y otra más lineal teniendo en cuenta el armado textual (oraciones o proposiciones y párrafos) 
      En estos ejercicios deberán practicarse las macrorreglas de coherencia.
        a)  Indicar si se trata de textos los que se muestran para practicar. Justificar. 
        b) Completar los supuestos que rodean la interpretación de los textos... 
        c) Determinar los temas o asuntos que derivan de cada uno.
        d) Aplicar las macrorreglas para resumir los fragmentos. 
        e) Del 2 al 5, colocarle un título que represente el contenido textual. 
     

      1.-  La secretaria a su jefe): Permiso. Aquí le dejo los contratos. Llamaron de la firma. ¡Ah! Susana vuelve enseguida.



    2.-Tres delincuentes armados asaltaron ayer un comercio de indumentaria femenina que está ubicado en calle Ituzaingó, a metros de San Jerónimo. Los asaltantes ingresaron al local aproximadamente a la hora 17, intimidaron al personal y exigieron el dinero. Ante la negativa del dueño, los individuos lo amenazaron de muerte con una pistola. Inmediatamente, el propietario reaccionó y abrió la caja fuerte; la cual fue vaciada por los ladrones, quienes se dieron velozmente a la fuga.

2.      3.-   Los leones viven formando grupos que están constituidos por una o más unidades familiares denominadas manadas. Una manada está compuesta por un número de individuos que oscila entre 4 y 37. Las hembras, que forman un grupo en el que conviven varias generaciones, no suelen abandonar la manada. Los machos jóvenes sí lo hacen y permanecen en aquélla hasta que son expulsados cuando un grupo nuevo de machos adultos se unen al grupo. Los jóvenes pasan a llevar una vida errática durante un tiempo y cuando alcanzan la edad adulta comenzarán a enfrentarse con los machos dominantes de una manada para ocupar su puesto. Muchos machos continúan siendo nómadas, e incluso aquellos que consiguen liderar una manada permanecen con las hembras por un período de tiempo que oscila entre unos pocos meses y unos pocos años; al cabo de este tiempo terminan por abandonar el grupo, bien de forma voluntaria, bien por ser expulsados por machos rivales. Es habitual que una manada se descomponga en varios grupos que con posterioridad se recombinarán en nuevas asociaciones de individuos diferentes                                                                    (Enciclopedia Microsoft@) Encarta@98 1993 - 1997 Microsoft).



1.       4.-Abro la puerta de calle y salgo al dormitorio donde guardo gran cantidad leña que siempre viene bien cuando el día está caluroso o cuando los peces se han quedado sin su alimento especial que mi mujer les prepara con disgusto mientras sonríe encantada de hacer esa tarea.

2.       5.-El hombre recibió la noticia de que su mujer estaba muy enferma. Entonces caminó presuroso hacia la puerta de su casa. Hacía mucho calor, así que vestía un pantalón liviano y una camisa de mangas cortas. Al ingresar a la cocina, encontró a la mujer sobre el piso, sin conocimiento.

lunes, 14 de mayo de 2018

Obras Literarias para el 1° Cuatrimestre

Selección de cuentos que componen el primer Eje de Literatura para el correspondiente ciclo de estudios:
"Asesinato a distancia"de Rodolfo Walsh
"La pista de los dientes de oro" de Roberto Arlt
"Una estación de amor" de Horacio Quiroga
"Corazonada" de Mario Benedetti
"La noche boca arriba" de Julio Cortázar
"El automóvil" de Vicente Barbieri

Pronto les adosaré las direcciones electrónicas para que puedan ir leyéndolos...
Los cuentos que aparecen de manera digitalizada para la lectura son de acceso en este posteo ya que integran obras completas de los autores o antologías que incluyen otros títulos.

Corazonada
Mario Benedetti


Apreté dos veces el timbre y en seguida supe que me iba a quedar. Heredé de mi padre, que en paz descanse, estas corazonadas. La puerta tenía un gran barrote de bronce y pensé que iba a ser bravo sacarle lustre. Después abrieron y me atendió la ex, la que se iba. Tenía cara de caballo y cofia y delantal. “Vengo por el aviso”, dije. “Ya lo sé”, gruñó ella y me dejó en el zaguán, mirando las baldosas. Estudié las paredes y los zócalos, la araña de ocho bombitas y una especie de cancel.
Después vino la señora, impresionante. Sonrió como una Virgen, pero sólo como. “Buenos días.” “¿Su nombre?” “Celia.” “¿Celia qué?” “Celia Ramos.” Me barrió de una mirada. La pipeta. “¿Referencias?” Dije tartamudeando la primera estrofa: “Familia Suárez, Maldonado 1346, teléfono 90948. Familia Borrello, Gabriel Pereira 3252, teléfono 413723. Escribano Perrone, Larraíaga 3362, sin teléfono.” Ningún gesto. “¿Motivos del cese?” Segunda estrofa, más tranquila: “En el primer caso, mala comida. En el segundo, el hijo mayor. En el tercero, trabajo de mula.” “Aquí”, dijo ella, “hay bastante que hacer”. “Me lo imagino.”” Pero hay otra muchacha, y además mi hija y yo ayudamos.” “Sí, señora.” Me estudió de nuevo. Por primera vez me di cuenta que de tanto en tanto parpadeo. “¿Edad?” “Diecinueve.” “¿Tenés novio?” “Tenía.” Subió las cejas. Aclaré por las dudas: “Un atrevido. Nos peleamos por eso.” La Vieja sonrió sin entregarse. “Así me gusta. Quiero mucho juicio. Tengo un hijo mozo, así que nada de sonrisitas ni de mover el trasero.” Mucho juicio, mi especialidad. Sí, señora. “En casa y fuera de casa. No tolero porquerías. Y nada de hijos naturales, ¿estamos?” “Sí, señora.” ¡Ula Marula! Después de los tres primeros días me resigné a soportarla. Con todo, bastaba una miradita de sus ojos saltones para que se me pusieran los nervios de punta. Es que la vieja parecía verle a una hasta el hígado. No así la hija, Estercita, veinticuatro años, una pituca de ocai y rumi que me trataba como a otro mueble y estaba muy poco en la casa. Y menos todavía el patrón, don Celso, un bagre con lentes, más callado que el cine mudo, con cara de malandra y ropas de Yriart, a quien alguna vez encontré mirándome los senos por encima de Acción. En cambio el joven Tito, de veinte, no precisaba la excusa del diario para investigarme como cosa suya. Juro que obedecí a la Señora en eso de no mover el trasero con malas intenciones. Reconozco que el mío ha andado un poco dislocado, pero la verdad es que se mueve de moto propia. Me han dicho que en Buenos Aires hay un doctor japonés que arregla eso, pero mientras tanto no es posible sofocar mi naturaleza. O sea que el muchacho se impresionó. Primero se le iban los ojos, después me atropellaba en el corredor del fondo. De modo que por obediencia a la Señora, y también, no voy a negarlo, pormigo misma, lo tuve que frenar unas diecisiete veces, pero cuidándome de no parecer demasiado asquerosa. Yo me entiendo. En cuanto al trabajo, la gran siete. “Hay otra muchacha” había dicho la Vieja. Es decir, había. A mediados de mes ya estaba solita para todo rubro. “Yo y mi hija ayudamos”, había agregado. A ensuciar los platos, cómo no. A quién va a ayudar la vieja, vamos, con esa bruta panza de tres papadas y esa metida con los episodios. Que a mí me gustase Isolina o la Burgueño, vaya y pase y ni así, pero que a ella, que se las tira de avispada y lee Selecciones y Lifenespañol, no me lo explico ni me lo explicaré. A quién va a ayudar la niña Estercita, que se pasa reventándose los granos, jugando al tenis en Carrasco y desparramando fichas en el Parque Hotel. Yo salgo a mi padre en las corazonadas, de modo que cuando el tres de junio (fue San Cono bendito) cayó en mis manos esa foto en que Estercita se está bañando en cueros con el menor de los Gómez Taibo en no sé qué arroyo ni a mí qué me importa, en seguida la guardé porque nunca se sabe. ¡A quién van ayudar! Todo el trabajo para mí y aguantate piola. ¿Qué tiene entonces de raro que cuando Tito (el joven Tito, bah) se puso de ojos vidriosos y cada día más ligero de manos, yo le haya aplicado el sosegate y que habláramos claro? Le dije con todas las letras que yo con ésas no iba, que el único tesoro que tenemos los pobres es la honradez y basta. Él se rió muy canchero y había empezado a decirme: “Ya verás, putita”, cuando apareció la señora y nos miró como a cadáveres. El idiota bajó los ojos y mutis por el foro. La Vieja puso entonces cara de al fin solos y me encajó bruta trompada en la oreja, en tanto que me trataba de comunista y de ramera. Yo le dije: “Usted a mí no me pega, ¿sabe?” y allí nomás demostró lo contrario. Peor para ella. Fue ese segundo golpe el que cambió mi vida. Me callé la boca pero se la guardé. A la noche le dije que a fin de mes me iba. Estábamos a veintitrés y yo precisaba como el pan esos siete días. Sabía que don Celso tenía guardado un papel gris en el cajón del medio de su escritorio. Yo lo había leído, porque nunca se sabe. El veintiocho a las dos de la tarde, sólo quedamos en la casa la niña Estercita y yo. Ella se fue a sestear y yo a buscar el papel gris. Era una carta de un tal Urquiza en la que le decía a mi patrón frases como ésta: “Xx xxx x xx xxxx xxx xx xxxxx”.
La guardé en el mismo sobre que la foto y el treinta me fui a una pensión decente y barata de la calle Washington. A nadie le di mis señas, pero a un amigo de Tito no pude negárselas. La espera duró tres días. Tito apareció una noche y yo lo recibí delante de doña Cata, que desde hace unos años dirige la pensión. Él se disculpó, trajo bombones y pidió autorización para volver. No se la di. En lo que estuve bien porque desde entonces no faltó una noche. Fuimos a menudo al cine y hasta me quiso arrastrar al Parque, pero yo le apliqué el tratamiento del pudor. Una tarde quiso averiguar directamente qué era lo que yo pretendía. Allí tuve una corazonada: “No pretendo nada, porque lo que yo querría no puedo pretenderlo”.
Como ésta era la primera cosa amable que oía de mis labios se conmovió bastante, lo suficiente para meter la pata. “¿Por qué?”, dijo a gritos, “si ése es el motivo, te prometo que…” Entonces como si él hubiera dicho lo que no dijo, le pregunté: “Vos sí… pero, ¿y tu familia?” “Mi familia soy yo”, dijo el pobrecito.
Después de esa compadrada siguió viniendo y con él llegaban flores, caramelos, revistas. Pero yo no cambié. Y él lo sabía. Una tarde entró tan pálido que hasta doña Cata hizo un comentario. No era para menos. Se lo había dicho al padre. Don Celso había contestado: “Lo que faltaba.” Pero después se ablandó. Un tipo pierna. Estercita se rió como dos años, pero a mí qué me importa. En cambio la Vieja se puso verde. A Tito lo trató de idiota, a don Celso de cero a la izquierda, a Estercita de inmoral y tarada. Después dijo que nunca, nunca, nunca. Estuvo como tres horas diciendo nunca. “Está como loca”, dijo el Tito, “no sé qué hacer”. Pero yo sí sabía. Los sábados la Vieja está siempre sola, porque don Celso se va a Punta del Este, Estercita juega al tenis y Tito sale con su barrita de La Vascongada. O sea que a las siete me fui a un monedero y llamé al nueve siete cero tres ocho. “Hola”, dijo ella. La misma voz gangosa, impresionante. Estaría con su salto de cama verde, la cara embadurnada, la toalla como turbante en la cabeza. “Habla Celia”, y antes de que colgara: “No corte, señora, le interesa.” Del otro lado no dijeron ni mu. Pero escuchaban. Entonces le pregunté si estaba enterada de una carta de papel gris que don Celso guardaba en su escritorio. Silencio. “Bueno, la tengo yo.” Después le pregunté si conocía una foto en que la niña Estercita aparecía bañándose con el menor de los Gómez Taibo. Un minuto de silencio. “Bueno, también la tengo yo.” Esperé por las dudas, pero nada. Entonces dije: “Piénselo, señora” y corté. Fui yo la que corté, no ella. Se habrá quedado mascando su bronca con la cara embadurnada y la toalla en la cabeza. Bien hecho. A la semana llegó el Tito radiante, y desde la puerta gritó: “¡La vieja afloja! ¡La vieja afloja!” Claro que afloja. Estuve por dar los hurras, pero con la emoción dejé que me besara. “No se opone pero exige que no vengas a casa.” ¿Exige? ¡Las cosas que hay que oír! Bueno, el veinticinco nos casamos (hoy hace dos meses), sin cura pero con juez, en la mayor intimidad. Don Celso aportó un chequecito de mil y Estercita me mandó un telegrama que -está mal que lo diga- me hizo pensar a fondo: “No creas que salís ganando. Abrazos, Ester.”
En realidad, todo esto me vino a la memoria, porque ayer me encontré en la tienda con la Vieja. Estuvimos codo con codo, revolviendo saldos. De pronto me miró de refilón desde abajo del velo. Yo me hice cargo. Tenía dos caminos: o ignorarme o ponerme en vereda.
Creo que prefirió el segundo y para humillarme me trató de usted. “¿Qué tal, cómo le va?” Entonces tuve una corazonada y agarrándome fuerte del paraguas de nailon, le contesté tranquila: “Yo bien, ¿y usted, mamá?”
FIN

UNA ESTACION DE AMOR - Horacio Quiroga

Primavera
Era el martes de carnaval. Nébel acababa de entrar en el corso, ya al oscurecer, y mientras deshacía un paquete de serpentinas, miró al carruaje de delante. Extrañado de una cara que no había visto la tarde anterior, preguntó a sus compañeros:
--¿Quién es? No parece fea.
--¡Un demonio! Es lindísima. Creo que sobrina, o cosa así, del doctor
Arrizabalaga. Llegó ayer, me parece... Nébel fijó entonces atentamente los ojos en la hermosa criatura. Era una chica muy joven aún, acaso no más de catorce años, pero completamente núbil. Tenía, bajo el cabello muy oscuro, un rostro de suprema blancura, de ese blanco mate y raso que es patrimonio exclusivo de los cutis muy finos. Ojos azules, largos, perdiéndose hacia las sienes en el cerco de sus negras pestañas. Acaso un poco separados, lo que da, bajo una frente tersa, aire de mucha nobleza o de gran terquedad. Pero sus ojos, así, llenaban aquel semblante en flor con la luz de su belleza. Y al sentirlos Nébel detenidos un momento en los suyos, quedó deslumbrado.
--¡Qué encanto!--murmuró, quedando inmóvil con una rodilla sobre al almohadón del surrey. Un momento después las serpentinas volaban hacia la victoria. Ambos carruajes estaban ya enlazados por el puente colgante de cintas, y la que lo ocasionaba sonreía de vez en cuando al galante muchacho.
Mas aquello llegaba ya a la falta de respeto a personas, cochero y aún carruaje: sobre el hombro, la cabeza, látigo, guardabarros, las serpentinas llovían sin cesar. Tanto fué, que las dos personas sentadas atrás se volvieron y, bien que sonriendo, examinaron atentamente al derrochador.
--¿Quiénes son?--preguntó Nébel en voz baja.--El doctor Arrizabalaga; cierto que no lo conoces. La otra es la madre de tu chica... Es cuñada del doctor.
Como en pos del examen, Arrizabalaga y la señora se sonrieran francamente ante aquella exuberancia de juventud, Nébel se creyó en el deber de saludarlos, a lo que respondió el terceto con jovial condescendía.
Este fue el principio de un idilio que duró tres meses, y al que Nébel aportó cuanto de adoración cabía en su apasionada adolescencia.
Mientras continuó el corso, y en Concordia se prolonga hasta horas increíbles, Nébel tendió incesantemente su brazo hacia adelante, tan bien, que el puño de su camisa, desprendido, bailaba sobre la mano.
Al día siguiente se reprodujo la escena; y como esta vez el corso se reanudaba de noche con batalla de flores, Nébel agotó en un cuarto de hora cuatro inmensas canastas. Arrizabalaga y la señora se reían, volviéndose a menudo, y la joven no apartaba casi sus ojos de Nébel.
Este echó una mirada de desesperación a sus canastas vacías; mas sobre el almohadón del surrey quedaban aún uno, un pobre ramo de siemprevivas y jazmines del país. Nébel saltó con él por sobre la rueda del surrey, dislocóse casi un tobillo, y corriendo a la victoria, jadeante, empapado en sudor y el entusiasmo a flor de ojos, tendió el ramo a la joven. Ella buscó atolondradamente otro, pero no lo tenía. Sus acompañantes se rían.
--¡Pero loca!--le dijo la madre, señalándole el pecho--¡ahí tienes uno!
El carruaje arrancaba al trote. Nébel, que había descendido del estribo, afligido, corrió y alcanzó el ramo que la joven le tendía, con el cuerpo casi fuera del coche.
Nébel había llegado tres días atrás de Buenos Aires, donde concluía su bachillerato. Había permanecido allá siete años, de modo que su conocimiento de la sociedad actual de Concordia era mínimo. Debía quedar aún quince días en su ciudad natal, disfrutados en pleno sosiego de alma, si no de cuerpo; y he ahí que desde el segundo día perdía toda su serenidad. Pero en cambio ¡qué encanto!
--¡Qué encanto!--se repetía pensando en aquel rayo de luz, flor y carne femenina que había llegado a él desde el carruaje. Se reconocía real y profundamente deslumbrado--y enamorado, desde luego.
¡Y si ella lo quisiera!... ¿Lo querría? Nébel, para dilucidarlo, confiaba mucho más que en el ramo de su pecho, en la precipitación aturdida con que la joven había buscado algo para darle. Evocaba claramente el brillo de sus ojos cuando lo vió llegar corriendo, la inquieta expectativa con que lo esperó, y--en otro orden, la morbidez del joven pecho, al tenderle el ramo.

¡Y ahora, concluído! Ella se iba al día siguiente a Montevideo. ¿Qué le importaba lo demás, Concordia, sus amigos de antes, ¿su mismo padre? Por lo menos iría con ella hasta Buenos Aires.
Hicieron, efectivamente, el viaje juntos, y durante él, Nébel llegó al más alto grado de pasión que puede alcanzar un romántico muchacho de 18 años, que se siente querido. La madre acogió el casi infantil idilio con afable complacencia, y se reía a menudo al verlos, hablando poco, sonriendo sin cesar, y mirándose infinitamente.
La despedida fué breve, pues Nébel no quiso perder el último vestigio de cordura que le quedaba, cortando su carrera tras ella.
Volverían a Concordia en el invierno, acaso una temporada. ¿Iría él? "¡Oh, no volver yo!" Y mientras Nébel se alejaba, tardo, por el muelle, volviéndose a cada momento, ella, de pecho sobre la borda, la cabeza un poco baja, lo seguía con los ojos, mientras en la planchada los marineros levantaban los suyos risueños a aquel idilio--y al vestido, corto aún, de la tiernísima novia.

Verano
El 13 de junio Nébel volvió a Concordia, y aunque supo desde el primer momento que Lidia estaba allí, pasó una semana sin inquietarse poco ni mucho por ella. Cuatro meses son plazo sobrado para un relámpago de pasión, y apenas si en el agua dormida de su alma, el último resplandor alcanzaba a rizar su amor propio. Sentía, sí, curiosidad de verla. Pero un nimio incidente, punzando su vanidad, lo arrastró de nuevo. El primer domingo, Nébel, como todo buen chico de pueblo,
esperó en la esquina la salida de misa. Al fin, las últimas acaso, erguidas y mirando adelante, Lidia y su madre avanzaron por entre la fila de muchachos.
Nébel, al verla de nuevo, sintió que sus ojos se dilataban para sorber en toda su plenitud la figura bruscamente adorada. Esperó con ansia casi dolorosa el instante en que los ojos de ella, en un súbito resplandor de dichosa sorpresa, lo reconocerían entre el grupo.
Pero pasó, con su mirada fría fija adelante.
--Parece que no se acuerda más de ti--le dijo un amigo, que a su lado había seguido el incidente.
--¡No mucho!--se sonrió él.--Y es lástima, porque la chica me gustaba en realidad.
Pero cuando estuvo solo se lloró a sí mismo su desgracia. ¡Y ahora que había vuelto a verla! ¡Cómo, cómo la había querido siempre, él que creía no acordarse más! ¡Y acabado! ¡Pum, pum, pum! --repetía sin darse cuenta, con la costumbre del chico. --¡Pum! ¡todo concluído!
De golpe: ¿Y si no me hubiera visto?... ¡Claro! ¡pero claro! Su rostro se animó de nuevo, acogiéndose con plena convicción a una probabilidad como esa, profundamente razonable.
A las tres golpeaba en casa del doctor Arrizabalaga. Su idea era elemental: consultaría con cualquier mísero pretexto al abogado, y entretanto acaso la viera. Una súbita carrera por el patio respondió al timbre, y Lidia, para detener el impulso, tuvo que cogerse violentamente a la puerta vidriera. Vio a Nébel, lanzó una exclamación, y ocultando con sus brazos la liviandad doméstica de su ropa, huyó más velozmente aún.
Un instante después la madre abría el consultorio, y acogía a su antiguo conocido con más viva complacencia que cuatro meses atrás. Nébel no cabía en sí de gozo, y como la señora no parecía inquietarse por las preocupaciones jurídicas de Nébel, éste prefirió también un millón de veces tal presencia a la del abogado.
Con todo, se hallaba sobre ascuas de una felicidad demasiado ardiente y, como tenía 18 años, deseaba irse de una vez para gozar a solas, y sin cortedad, su inmensa dicha.
--¡Tan pronto, ya!--le dijo la señora.--Espero que tendremos el gusto de verlo otra vez... ¿No es verdad?
--¡Oh, sí, señora!
--En casa todos tendríamos mucho placer... ¡supongo que todos! ¿Quiere que consultemos?--se sonrió con maternal burla.
--¡Oh, con toda el alma!--repuso Nébel.
--¡Lidia! ¡Ven un momento! Hay aquí una persona a quien conoces. Nébel había sido visto ya por ella; pero no importaba.
Lidia llegó cuando él estaba de pie. Avanzó a su encuentro, los ojos centelleantes de dicha, y le tendió un gran ramo de violetas, con adorable torpeza.
--Si a usted no le molesta--prosiguió la madre--podría venir todos los lunes... ¿qué le parece?
--¡Que es muy poco, señora!--repuso el muchacho--Los viernes también... ¿me permite?
La señora se echó a reír.
--¡Qué apurado! Yo no sé... veamos qué dice Lidia. ¿Qué dices, Lidia?

La criatura, que no apartaba sus ojos rientes de Nébel, le dijo ¡_sí_! en pleno rostro, puesto que a él debía su respuesta.
--Muy bien: entonces hasta el lunes, Nébel.
Nébel objetó:
-¿No me permitiría venir esta noche? Hoy es un día extraordinario...
 --¡Bueno! ¡Esta noche también! Acompáñalo, Lidia.
Pero Nébel, en loca necesidad de movimiento, se despidió allí mismo, y huyó con su ramo cuyo cabo había deshecho casi, y con el alma proyectada al último cielo de la felicidad.


II

Durante dos meses, todos los momentos en que se veían, todas las horas que los separaban, Nébel y Lidia se adoraron. Para él, romántico hasta sentir el estado de dolorosa melancolía que provoca una simple garúa que agrisa el patio, la criatura aquella, con su cara angelical, sus ojos azules y su temprana plenitud, debía encarnar la suma posible de ideal. Para ella, Nébel era varonil, buen mozo e inteligente. No había en su mutuo amor más nube para el porvenir que la minoría de edad de Nébel. El muchacho, dejando de lado estudios, carreras y superfluidades por el estilo, quería casarse. Como probado, no había sino dos cosas: que a él le era _absolutamente_ imposible vivir sin su Lidia, y que llevaría por delante cuanto se opusiese a ello.
Presentía--o más bien dicho, sentía--que iba a escollar rudamente.
Su padre, en efecto, a quien había disgustado profundamente el año que perdía Nébel tras un amorío de carnaval, debía apuntar las íes con terrible vigor. A fines de Agosto, habló un día definitivamente a su hijo:
--Me han dicho que sigues tus visitas a lo de Arrizabalaga. ¿Es cierto? Porque tú no te dignas decirme una palabra.
Nébel vió toda la tormenta en esa forma de _dignidad_, y la voz letembló un poco.
--Si no te dije nada, papá, es porque sé que no te gusta que hable de eso.
--¡Bah! cómo gustarme, puedes, en efecto, ahorrarte el trabajo... Pero quisiera saber en qué estado estás. ¿Vas a esa casa como novio?
--Sí.
--¿Y te reciben formalmente?
--C-creo que sí.
El padre lo miró fijamente y tamborileó sobre la mesa.
--¡Está bueno! ¡Muy bien!... Óyeme, porque tengo el deber de mostrarte el camino. ¿Sabes tú bien lo que haces? ¿Has pensado en lo que puede pasar?
--¿Pasar?... ¿qué?
--Que te cases con esa muchacha. Pero fíjate: ya tienes edad para reflexionar, al menos. ¿Sabes quién es? ¿De dónde viene? ¿Conoces a alguien que sepa qué vida lleva en Montevideo?
--¡Papá!
--¡Sí, qué hacen allá! ¡Bah! no pongas esa cara... No me refiero a tu... novia. Esa es una criatura, y como tal no sabe lo que hace. ¿Pero sabes de qué viven?
--¡No! Ni me importa, porque aunque seas mi padre...
--¡Bah, bah, bah! Deja eso para después. No te hablo como padre sino como cualquier hombre honrado pudiera hablarte. Y puesto que te indigna tanto lo que te pregunto, averigua a quien quiera contarte, qué clase de relaciones tiene la madre de tu novia con su cuñado, pregunta!
--¡Sí! Ya sé que ha sido...
--Ah, ¿sabes que ha sido la querida de Arrizabalaga? ¿Y que él u otro sostienen la casa en Montevideo? ¡Y te quedas tan fresco!
--¡...!
--¡Sí, ya sé, tu novia no tiene nada que ver con esto, ya sé! No hay impulso más bello que el tuyo... ¡Pero anda con cuidado, porque puedes llegar tarde!... ¡No, no, cálmate! No tengo ninguna idea de ofender a tu novia, y creo, como te he dicho, que no está contaminada aún por la podredumbre que la rodea. Pero si la madre te la quiere vender en
matrimonio, o más bien a la fortuna que vas a heredar cuando yo muera, díle que el viejo Nébel no está dispuesto a esos tráficos, y que antes se lo llevará el diablo que consentir en eso. Nada más te quería decir.
El muchacho quería mucho a su padre a pesar del carácter duro de éste; salió lleno de rabia por no haber podido desahogar su ira, tanto más violenta cuanto que él mismo la sabía injusta. Hacía tiempo ya que no ignoraba esto: la madre de Lidia había sido querida de Arrizabalaga en vida de su marido, y aún cuatro o cinco años después. Se veían aún de
tarde en tarde, pero el viejo libertino, arrebujado ahora en sus artritis de enfermizo solterón, distaba mucho de ser respecto de su cuñada lo que se pretendía; y si mantenía el tren de madre e hija, lo hacía por una especie de compasión de ex amante, rayana en vil egoísmo, y sobre todo para autorizar los chismes actuales que hinchaban su vanidad.
Nébel evocaba a la madre; y con un extremecimiento de muchacho loco por las mujeres casadas, recordaba cierta noche en que hojeando juntos y reclinados una _Ilustración_, había creído sentir sobre sus nervios súbitamente tensos, un hondo hálito de deseo que surgía del cuerpo pleno que rozaba con él. Al levantar los ojos, Nébel había visto la mirada de ella, en lánguida imprecisión de mareo, posarse pesadamente sobre la suya.
¿Se había equivocado? Era terriblemente histérica, pero con rara manifestación desbordante; los nervios desordenados repiqueteaban hacia adentro, y de aquí la súbita tenacidad en un disparate, el brusco abandono de una convicción; y en los prodromos de las crisis, la obstinación creciente, convulsiva, edificándose a grandes bloques de absurdos. Abusaba de la morfina, por angustiosa necesidad y por elegancia. Tenía treinta y siete años; era alta, con labios muy gruesos y encendidos, que humedecía sin cesar. Sin ser grandes, los ojos lo parecían por un poco hundidos y tener pestañas muy largas; pero eran admirables de sombra y fuego. Se pintaba. Vestía, como la hija, con perfecto buen gusto, y era ésta, sin duda, su mayor seducción. Debía de haber tenido, como mujer, profundo encanto; ahora la histeria había trabajado mucho su cuerpo--siendo, desde luego, enferma del vientre. Cuando el latigazo de la morfina pasaba, sus ojos se empañaban, y de la comisura de los labios, del párpado globoso, pendía una fina redecilla de arrugas. Pero a pesar de ello, la misma
histeria que le deshacía los nervios era el alimento, un poco mágico, que sostenía su tonicidad.
Quería entrañablemente a Lidia; y con la moral de las histéricas burguesas, hubiera envilecido a su hija para hacerla feliz--esto es, para proporcionarle aquello que habría hecho su propia felicidad.
Así, la inquietud del padre de Nébel a este respecto tocaba a su hijo en lo más hondo de sus cuerdas de amante. ¿Cómo había escapado Lidia?
Porque la limpidez de su cutis, la franqueza de su pasión de chica que surgía con adorable libertad de sus ojos brillantes, eran, ya no prueba de pureza, sino de escalón de noble gozo por el que Nébel ascendía triunfal a arrancar de una manotada a la planta podrida la flor que pedía por él.
Esta convicción era tan intensa, que Nébel jamás la había besado. Una tarde, después de almorzar, en que pasaba por lo de Arrizabalaga, había sentido loco deseo de verla. Su dicha fué completa, pues la halló sola, en batón, y los rizos sobre las mejillas. Como Nébel la retuvo contra la pared, ella, riendo y cortada, se recostó en el muro.
Y el muchacho, a su frente, tocándola casi, sintió en sus manos inertes la alta felicidad de un amor inmaculado, que tan fácil le habría sido manchar.
¡Pero luego, una vez su mujer! Nébel precipitaba cuanto le era posible su casamiento. Su habilitación de edad, obtenida en esos días, le permitía por su legítima materna afrontar los gastos. Quedaba el consentimiento del padre, y la madre apremiaba este detalle.
La situación de ella, sobrado equívoca en Concordia, exigía una sanción social que debía comenzar, desde luego, por la del futuro suegro de su hija. Y sobre todo, la sostenía el deseo de humillar, de forzar a la moral burguesa, a doblar las rodillas ante la misma inconveniencia que despreció.
Ya varias veces había tocado el punto con su futuro yerno, con alusiones a "mi suegro"... "mi nueva familia"... "la cuñada de mi hija". Nébel se callaba, y los ojos de la madre brillaban entonces con más fuego.
 Hasta que un día la llama se levantó. Nébel había fijado el 18 de octubre para su casamiento. Faltaba más de un mes aún, pero la madre hizo entender claramente al muchacho que quería la presencia de su padre esa noche.
--Será difícil--dijo Nébel después de un mortificante silencio--. Le cuesta mucho salir de noche... No sale nunca.
--¡Ah!--exclamó sólo la madre, mordiéndose rápidamente el labio. Otra pausa siguió, pero ésta ya de presagio.
-Porque usted no hace un casamiento clandestino ¿verdad?
--¡Oh!--se sonrió difícilmente Nébel--. Mi padre tampoco lo cree.
--¿Y entonces?
Nuevo silencio cada vez más tempestuoso.
--¿Es por mí que su señor padre no quiere asistir?
--¡No, no señora!--exclamó al fin Nébel, impaciente--. Está en su modo de ser... Hablaré de nuevo con él, si quiere.

--¿Yo, querer?--se sonrió la madre dilatando las narices--. Haga lo que le parezca... ¿Quiere irse, Nébel, ahora? No estoy bien.
Nébel salió, profundamente disgustado. ¿Qué iba a decir a su padre? Éste sostenía siempre su rotunda oposición a tal matrimonio, y ya el hijo había emprendido las gestiones para prescindir de ella.
--Puedes hacer eso, mucho más, y todo lo que te dé la gana. ¡Pero mi consentimiento para que esa entretenida sea tu suegra, ¡jamás!
Después de tres días Nébel decidió aclarar de una vez ese estado de cosas, y aprovechó para ello un momento en que Lidia no estaba.
--Hablé con mi padre--comenzó Nébel--y me ha dicho que le será completamente imposible asistir.
La madre se puso un poco pálida, mientras sus ojos, en un súbito fulgor, se estiraban hacia las sienes.
--¡Ah! ¿Y por qué?
--No sé--repuso con voz sorda Nébel.
--Es decir... ¿que su señor padre teme mancharse si pone los pies aquí?
--No sé--repitió él con inconsciente obstinación.
--¡Es que es una ofensa gratuita la que nos hace ese señor! ¿Qué se ha figurado?--añadió con voz ya alterada y los labios temblantes.--¿Quiénes él para darse ese tono?
Nébel sintió entonces el fustazo de reacción en la cepa profunda de su familia.
--¡Qué es, no sé!--repuso con la voz precipitada a su vez--pero no sólo se niega a asistir, sino que tampoco da su consentimiento.
--¿Qué? ¿qué se niega? ¿Y por qué? ¿Quién es él? ¡El más autorizado para esto!
Nébel se levantó:
--Señora...
Pero ella se había levantado también.
--¡Sí, él! ¡Usted es una criatura! ¡Pregúntele de dónde ha sacado su fortuna, robada a sus clientes! ¡Y con esos aires! ¡Su familia irreprochable, sin mancha, se llena la boca con eso! ¡Su familia!... ¡Dígale que le diga cuántas paredes tenía que saltar para ir a dormir con su mujer, antes de casarse! ¡Sí, y me viene con su familia!... ¡Muy bien, váyase; estoy hasta aquí de hipocresías! ¡Que lo pase bien!

III

Nébel vivió cuatro días vagando en la más honda desesperación. ¿Oué podía esperar después de lo sucedido? Al quinto, y al anochecer, recibió una esquela:

    "Octavio: Lidia está bastante enferma, y sólo su  presencia podría calmarla.

                                                                                                                            María S. de Arrizabalaga."

Era una treta, no tenía duda. Pero si su Lidia en verdad...
Fué esa noche y la madre lo recibió con una discreción que asombró a Nébel, sin afabilidad excesiva, ni aire tampoco de pecadora que pide disculpa.
--Si quiere verla...
Nébel entró con la madre, y vio a su amor adorado en la cama, el rostro con esa frescura sin polvos que dan únicamente los 14 años, y el cuerpo recogido bajo las ropas que disimulaban notablemente su plena juventud.
Se sentó a su lado, y en balde la madre esperó a que se dijeran algo: no hacían sino mirarse y reír.
De pronto Nébel sintió que estaban solos, y la imagen de la madre surgió nítida: "se va para que en el transporte de mi amor reconquistado, pierda la cabeza y el matrimonio sea así forzoso". Pero en ese cuarto de hora de goce final que le ofrecían adelantado y gratis a costa de un pagaré de casamiento, el muchacho, de 18 años, sintió--como otra vez contra la pared--el placer sin la más leve mancha, de un amor puro en toda su aureola de poético idilio.
Sólo Nébel pudo decir cuán grande fué su dicha recuperada en pos del naufragio. El también olvidaba lo que fuera en la madre explosión de calumnia, ansia rabiosa de insultar a los que no lo merecen. Pero tenía la más fría decisión de apartar a la madre de su vida una vez casados. El recuerdo de su tierna novia, pura y riente en la cama de que se había destendido una punta para él, encendía la promesa de una voluptuosidad íntegra, a la que no había robado ni el más pequeño diamante.
A la noche siguiente, al llegar a lo de Arrizabalaga, Nébel halló el zaguán oscuro. Después de largo rato, la sirvienta entreabrió la vidriera:
--No están las señoras.
--¿Han salido?--preguntó extrañado.
--No, se van a Montevideo... Han ido al Salto a dormir abordo.
--¡Ah!--murmuró Nébel aterrado. Tenía una esperanza aún.
--¿El doctor? ¿Puedo hablar con él?
--No está, se ha ido al club después de comer...
Una vez solo en la calle oscura, Nébel levantó y dejó caer los brazos con mortal desaliento: ¡Se acabó todo! ¡Su felicidad, su dicha reconquistada un día antes, perdida de nuevo y para siempre! Presentía que esta vez no había redención posible. Los nervios de la madre habían saltado a la loca, como teclas, y él no podía hacer ya nada más.
Comenzaba a lloviznar. Caminó hasta la esquina, y desde allí, inmóvil bajo el farol, contempló con estúpida fijeza la casa rosada. Dio una vuelta a la manzana, y tornó a detenerse bajo el farol. ¡Nunca, nunca!
Hasta las once y media hizo lo mismo. Al fin se fue a su casa y cargó el revólver. Pero un recuerdo lo detuvo: meses atrás había prometido a un dibujante alemán que antes de suicidarse--Nébel era adolescente--iría a verlo. Uníalo con el viejo militar de Guillermo una viva amistad, cimentada sobre largas charlas filosóficas.
A la mañana siguiente, muy temprano, Nébel llamaba al pobre cuarto de aquél. La expresión de su rostro era sobrado explícita.
--¿Es ahora?--le preguntó el paternal amigo, estrechándole con fuerza la mano.
--¡Pst! ¡De todos modos!...--repuso el muchacho, mirando a otro lado.
El dibujante, con gran calma, le contó entonces su propio drama de amor.
--Vaya a su casa--concluyó--y si a las once no ha cambiado de idea, vuelva a almorzar conmigo, si es que tenemos qué. Después hará lo que quiera. ¿Me lo jura?
--Se lo juro--contestó Nébel, devolviéndole su estrecho apretón con grandes ganas de llorar.
En su casa lo esperaba una tarjeta de Lidia:

     "Idolatrado Octavio: Mi desesperación no puede ser más grande, pero mamá ha visto que si me casaba con usted
     me estaban reservados grandes dolores, he comprendido como ella que lo mejor era separarnos y le jura no
     olvidarlo nunca
                                                                                    tu Lidia."

--¡Ah, tenía que ser así!--clamó el muchacho, viendo al mismo tiempo con espanto su rostro demudado en el espejo.--¡La madre era quien había inspirado la carta, ella y su maldita locura! Lidia no había podido menos que escribir, y la pobre chica, trastornada, lloraba todo su amor en la redacción. ¡Ah! ¡Si pudiera verla algún día, decirle de qué modo la he querido, cuánto la quiero ahora, adorada del alma!
Temblando fué hasta el velador y cogió el revólver, pero recordó su nueva promesa, y durante un rato permaneció inmóvil, limpiando obstinadamente con la uña una mancha del tambor.

Otoño
Una tarde, en Buenos Aires, acababa Nébel de subir al tramway, cuando el coche se detuvo un momento más del conveniente, y aquél, que leía, volvió al fin la cabeza. Una mujer con lento y difícil paso avanzaba.
Tras una rápida ojeada a la incómoda persona, reanudó la lectura. La dama se sentó a su lado, y al hacerlo miró atentamente a Nébel. Este, aunque sentía de vez en cuando la mirada extranjera posada sobre él, prosiguió su lectura; pero al fin se cansó y levantó el rostro extrañado.
--Ya me parecía que era usted--exclamó la dama--aunque dudaba aún... No me recuerda, ¿no es cierto?
--Sí--repuso Nébel abriendo los ojos--la señora de Arrizabalaga...
Ella vió la sorpresa de Nébel, y sonrió con aire de vieja cortesana que trata aún de parecer bien a un muchacho.
De ella, cuando Nébel la conoció once años atrás, sólo quedaban los ojos, aunque más hundidos, y apagados ya. El cutis amarillo, con tonos verdosos en las sombras, se resquebrajaba en polvorientos surcos. Los pómulos saltaban ahora, y los labios, siempre gruesos, pretendían ocultar una dentadura del todo cariada. Bajo el cuerpo demacrado se veía viva a la morfina corriendo por entre los nervios agotados y las arterias acuosas, hasta haber convertido en aquel esqueleto, a la
elegante mujer que un día hojeó la _Illustration_ a su lado.
--Sí, estoy muy envejecida... y enferma; he tenido ya ataques a los riñones... y usted--añadió mirándolo con ternura--¡siempre igual!
Verdad es que no tiene treinta años aún... Lidia también está igual.
Nébel levantó los ojos:
--¿Soltera?
--Sí... ¡Cuánto se alegrará cuando le cuente! ¿Por qué no le da ese gusto a la pobre? ¿No quiere ir a vernos?
--Con mucho gusto--murmuró Nébel.
--Sí, vaya pronto; ya sabe lo que hemos sido para... En fin, Boedo, 1483; departamento 14... Nuestra posición es tan mezquina...
--¡Oh!--protestó él, levantándose para irse. Prometió ir muy pronto.
Doce días después Nébel debía volver al ingenio, y antes quiso cumplir su promesa. Fué allá--un miserable departamento de arrabal.--La señora de Arrizabalaga lo recibió, mientras Lidia se arreglaba un poco.
--¡Conque once años!--observó de nuevo la madre.--¡Cómo pasa el tiempo! ¡Y usted que podría tener una infinidad de hijos con Lidia!
--Seguramente--sonrió Nébel, mirando a su rededor.
--¡Oh! ¡no estamos muy bien! Y sobre todo como debe estar puesta su casa... Siempre oigo hablar de sus cañaverales... ¿Es ese su único establecimiento?
--Sí,... en Entre Ríos también...
--¡Qué feliz! Si pudiera uno... Siempre deseando ir a pasar unos meses en el campo, y siempre con el deseo!
Se calló, echando una fugaz mirada a Nébel. Este con el corazón apretado, revivía nítidas las impresiones enterradas once años en su alma.
--Y todo esto por falta de relaciones... ¡Es tan difícil tener un amigo en esas condiciones!
El corazón de Nébel se contraía cada vez más, y Lidia entró.
Estaba también muy cambiada, porque el encanto de un candor y una frescura de los catorce años, no se vuelve a hallar más en la mujer de veintiséis. Pero bella siempre. Su olfato masculino sintió en la mansa tranquilidad de su mirada, en su cuello mórbido, y en todo lo indefinible que denuncia al hombre el amor ya gozado, que debía guardar velado para siempre, el recuerdo de la Lidia que conoció.
Hablaron de cosas muy triviales, con perfecta discreción de personas maduras. Cuando ella salió de nuevo un momento, la madre reanudó:
--Sí, está un poco débil... Y cuando pienso que en el campo se repondría en seguida... Vea, Octavio: ¿me permite ser franca con usted? Ya sabe que lo he querido como a un hijo... ¿No podríamos pasar una temporada en su establecimiento? ¡Cuánto bien le haría a Lidia!
--Soy casado--repuso Nébel.
La señora tuvo un gesto de viva contrariedad, y por un instante su decepción fué sincera; pero en seguida cruzó sus manos cómicas:
--¡Casado, usted! ¡Oh, qué desgracia, qué desgracia! ¡Perdóneme, ya sabe!... No sé lo que digo... ¿Y su señora vive con usted en el ingenio?
--Sí, generalmente... Ahora está en Europa.
-¡Qué desgracia! Es decir... ¡Octavio!--añadió abriendo los brazos con lágrimas en los ojos:--a usted le puedo contar, usted ha sido casi mi hijo... ¡Estamos poco menos que en la miseria! ¿Por qué no quiere que vaya con Lidia? Voy a tener con usted una confesión de madre—concluyó con una pastosa sonrisa y bajando la voz:--usted conoce bien el corazón de Lidia, ¿no es cierto?
Esperó respuesta, pero Nébel permaneció callado.
--¡Sí, usted la conoce! ¿Y cree que Lidia es mujer capaz de olvidar cuando ha querido?
Ahora había reforzado su insinuación con una leve guiñada. Nébel valoró entonces de golpe el abismo en que pudo haber caído antes. Era siempre la misma madre, pero ya envilecida por su propia alma vieja, la morfina y la pobreza. Y Lidia... Al verla otra vez había sentido un brusco golpe de deseo por la mujer actual de garganta llena y ya estremecida. Ante el tratado comercial que le ofrecían, se echó en brazos de aquella rara conquista que le deparaba el destino.
-¿No sabes, Lidia?--prorrumpió alborozada, al volver su hija—Octavio nos invita a pasar una temporada en su establecimiento. ¿Qué te parece?
Lidia tuvo una fugitiva contracción de las cejas y recuperó su serenidad.
--Muy bien, mamá...
--¡Ah! ¿no sabes lo qué dice? Está casado. ¡Tan joven aún! Somos caside su familia...
Lidia volvió entonces los ojos a Nébel, y lo miró un momento con dolorosa gravedad.
--¿Hace tiempo?--murmuró.
--Cuatro años--repuso él en voz baja. A pesar de todo, le faltó ánimo para mirarla.
Invierno
No hicieron el viaje juntos, por último escrúpulo de casado en una línea donde era muy conocido; pero al salir de la estación subieron en el brec de la casa. Cuando Nébel quedaba solo en el ingenio, no guardaba a su servicio doméstico más que a una vieja india, pues—a más de su propia frugalidad--su mujer se llevaba consigo toda la servidumbre. De este modo presentó sus acompañantes a la fiel nativa como una tía anciana y su hija, que venían a recobrar la salud perdida.
Nada más creíble, por otro lado, pues la señora decaía vertiginosamente. Había llegado deshecha, el pie incierto y
pesadísimo, y en su facies angustiosa la morfina, que había sacrificado cuatro horas seguidas a ruego de Nébel, pedía a gritos una corrida por dentro de aquel cadáver viviente.
Nébel, que cortara sus estudios a la muerte de su padre, sabía lo suficiente para prever una rápida catástrofe; el riñón, íntimamente atacado, tenía a veces paros peligrosos que la morfina no hacía sino precipitar.
Ya en el coche, no pudiendo resistir más, había mirado a Nébel con transida angustia:
 --Si me permite, Octavio... ¡no puedo más! Lidia, ponte delante.
La hija, tranquilamente, ocultó un poco a su madre, y Nébel oyó el crujido de la ropa violentamente recogida para pinchar el muslo.
Súbitamente los ojos se encendieron, y una plenitud de vida cubrió como una máscara aquella cara agónica.
 --Ahora estoy bien... ¡qué dicha! Me siento bien.
--Debería dejar eso--dijo rudamente Nébel, mirándola de costado.—Al llegar, estará peor.
--¡Oh, no! Antes morir aquí mismo.
Nébel pasó todo el día disgustado, y decidido a vivir cuanto le fuera posible sin ver en Lidia y su madre más que dos pobres enfermas. Pero al caer la tarde, y como las fieras que empiezan a esa hora a afilar las uñas, el celo de varón comenzó a relajarle la cintura en lasos escalofríos.
Comieron temprano, pues la madre, quebrantada, deseaba acostarse de una vez. No hubo tampoco medio de que tomara exclusivamente leche.
--¡Huy! ¡qué repugnancia! No la puedo pasar. ¿Y quiere que sacrifique los últimos años de mi vida, ahora que podría morir contenta?
Lidia no pestañeó. Había hablado con Nébel pocas palabras, y sólo al fin del café la mirada de éste se clavó en la de ella; pero Lidia bajó la suya en seguida.
Cuatro horas después Nébel abría sin ruido la puerta del cuarto de Lidia.
-¡Quién es!--sonó de pronto la voz azorada.
-Soy yo--murmuró Nébel en voz apenas sensible.
Un movimiento de ropas, como el de una persona que se sienta bruscamente en la cama, siguió a sus palabras, y el silencio reinó de nuevo. Pero cuando la mano de Nébel tocó en la oscuridad un brazo tibio, el cuerpo tembló entonces en una honda sacudida.

       *       *       *       *       *

Luego, inerte al lado de aquella mujer que ya había conocido el amor antes que él llegara, subió de lo más recóndito del alma de Nébel, el santo orgullo de su adolescencia de no haber tocado jamás, de no haber robado ni un beso siquiera, a la criatura que lo miraba con radiante candor. Pensó en las palabras de Dostojewsky, que hasta ese momento no había comprendido: "Nada hay más bello y que fortalezca más en la vida, que un puro recuerdo". Nébel lo había guardado, ese recuerdo sin mancha, pureza inmaculada de sus dieciocho años, y que ahora estaba allí, enfangado hasta el cáliz sobre una cama de sirvienta...
Sintió entonces sobre su cuello dos lágrimas pesadas, silenciosas.
Ella a su vez recordaría... Y las lágrimas de Lidia continuaban una tras otra, regando como una tumba el abominable fin de su único sueño de felicidad.

II

Durante diez días la vida prosiguió en común, aunque Nébel estaba casi todo el día afuera. Por tácito acuerdo, Lidia y él se encontraban muy pocas veces solos, y aunque de noche volvían a verse, pasaban aún entonces largo tiempo callados.
Lidia tenía ella misma bastante qué hacer cuidando a su madre, postrada al fin. Como no había posibilidad de reconstruir lo ya podrido, y aún a trueque del peligro inmediato que ocasionara, Nébel pensó en suprimir la morfina. Pero se abstuvo una mañana que entró
bruscamente en el comedor, al sorprender a Lidia que se bajaba precipitadamente las faldas. Tenía en la mano la jeringuilla, y fijó en Nébel su mirada espantada.
--¿Hace mucho tiempo que usas eso?--le preguntó él al fin.
--Sí--murmuró Lidia, doblando en una convulsión la aguja.
Nébel la miró aún y se encogió de hombros.
Sin embargo, como la madre repetía sus inyecciones con una frecuencia terrible para ahogar los dolores de su riñón que la morfina concluía de matar, Nébel se decidió a intentar la salvación de aquella desgraciada, sustrayéndole la droga.
--¡Octavio! ¡me va a matar!--clamó ella con ronca súplica.--¡Mi hijo Octavio! ¡no podría vivir un día!
--¡Es que no vivirá dos horas si le dejo eso!--cortó Nébel.
--¡No importa, mi Octavio! ¡Dame, dame la morfina!
Nébel dejó que los brazos se tendieran inútilmente a él, y salió con Lidia.
--¿Tú sabes la gravedad del estado de tu madre?
--Sí... Los médicos me habían dicho...
El la miró fijamente.
--Es que está mucho peor de lo que imaginas.
Lidia se puso lívida, y mirando afuera entrecerró los ojos y se mordió los labios en un casi sollozo.
--¿No hay médico aquí?--murmuró.
--Aquí no, ni en diez leguas a la redonda; pero buscaremos.
 Esa tarde llegó el correo cuando estaban solos en el comedor, y Nébel abrió una carta.
--¿Noticias?--preguntó Lidia levantando inquieta los ojos a él.
--Sí--repuso Nébel, prosiguiendo la lectura.
--¿Del médico?--volvió Lidia al rato, más ansiosa aún.
--No, de mi mujer--repuso él con la voz dura, sin levantar los ojos.
A las diez de la noche Lidia llegó corriendo a la pieza de Nébel.
--¡Octavio! ¡mamá se muere!...
Corrieron al cuarto de la enferma. Una intensa palidez cadaverizaba ya el rostro. Tenía los labios desmesuradamente hinchados y azules, y por entre ellos se escapaba un remedo de palabra, gutural y a boca llena:
--Pla... pla... pla...
Nébel vió en seguida sobre el velador el frasco de morfina, casi vacío.
-¡Es claro, se muere! ¿Quién le ha dado esto?--preguntó.
--¡No sé, Octavio! Hace un rato sentí ruido... Seguramente lo fué a buscar a tu cuarto cuando no estabas... ¡Mamá, pobre mamá!—cayó sollozando sobre el miserable brazo que pendía hasta el piso.
Nébel la pulsó; el corazón no daba más, y la temperatura caía. Al rato los labios callaron su pla... pla, y en la piel aparecieron grandes manchas violeta
A la una de la mañana murió. Esa tarde, tras el entierro, Nébel esperó que Lidia concluyera de vestirse, mientras los peones cargaban las valijas en el carruaje.
--Toma esto--le dijo cuando se aproximó a él, tendiéndole un cheque de diez mil pesos.
Lidia se extremeció violentamente, y sus ojos enrojecidos se fijaron de lleno en los de Nébel. Pero éste sostuvo la mirada.

--¡Toma, pues!--repitió sorprendido.
Lidia lo tomó y se bajó a recoger su valijita. Nébel se inclinó sobre ella.
--Perdóname--le dijo.--No me juzgues peor de lo que soy.
En la estación esperaron un rato y sin hablar, junto a la escalerilla del vagón, pues el tren no salía aún. Cuando la campana sonó, Lidia le tendió la mano y se dispuso a subir. Nébel la oprimió, y quedó un largo rato sin soltarla, mirándola. Luego, avanzando, recogió a Lidia de la cintura y la besó hondamente en la boca.
El tren partió. Inmóvil, Nébel siguió con la vista  la ventanilla que se perdía.
Pero Lidia no se asomó.

Este enlace es para la lectura de “Asesinato a distancia” de Rodolfo Walsh
Este otro enlace es para el cuento de Arlt “La pista de los dientes de oro”
Y este tercer enlace es el cuento de Cortázar “La noche boca arriba”

EL AUTOMÓVIL  de Vicente Barbieri

Era fría la noche. Raúl Montes seguía su viaje a pie, tan cansado, que de buena gana se hubiera sentado al borde de ese camino barroso y, al parecer, interminable. Consultó su reloj de pulsera: las diez y diez de la noche. Un poco de viento. “En agosto, siempre”, se dijo; “pero este agosto de 1954 parecer ser único en eso”. Cuando esta solo le gustaba hablar así, puntualizando las cosas. “¡Qué locura!”, comentó, riéndose de su propio soliloquio. Todo igual: postes, postes y más postes; campo pelado, frío, oscuridad... Y este viaje absurdo –y no de tanta urgencia— que había emprendido poco menos que con espíritu deportivo: seis leguas a pie. “Bien podía haber esperado el ómnibus de mañana, martes”, se reprochó.
Por fin comenzó a distinguirse el pueblo allá lejos: una masa negra, a semejanza de un monte, del que sobresalía la torre de la iglesia y algún molino que otro. Siguió. “Un camino como para ir al infierno”, comentó en voz baja, y miró hacia ambos lados. A su derecha continuaba la monotonía del campo invernal y a su izquierda proseguían las vías férreas: todo igual. ¡Maldito el momento en que se le ocurrió que podía hacer el viaje a pie hasta ese pueblo que ahora se le escapaba, se le alejaba cada vez más! “Sin duda tendré todavía un rato de chapalear barro”, rezongó. “¡Buena idea la mía!”
Se dio a pensar que venía caminando desde hacía mucho tiempo; mejor dicho, creyó que no podía precisar cuándo comenzó a caminar.
“Hace dos horas, poco más o menos.” Pero sus palabras le sonaron carentes de contenido real. Dos horas. ¿Qué? Caminaba, ya cansado, y su cuerpo parecía caer interminablemente sobre ese cansancio, en ese camino pesado…
Alzó la cabeza y miró. Un bulto en el camino, como a quince metros. “Un auto detenido, sin duda”, se dijo. “Algo pasa allí”.
En efecto, algo parecía haber pasado. Cuando Raúl Montes llegó, los ocupantes del coche habían descendido, y, en silencio, contemplaban, con la seriedad desolada que es habitual en esos casos, el bulto negro del automóvil parado en medio del camino.
En verdad, era un grupo interesante. Una pareja de recién casados y un hombre y una mujer de edad avanzada: cuatro personas en total. “Los padres de la novia, sin duda”, pensó Raúl Montes. Ella, aún con los atavíos de la boda, y él todo de negro y con la ceremoniosa corbata blanca. “¡Caramba”, se dijo, “pobre gente!”.
Cuando se disponía a saludar y ofrecerse para lo que fuera menester, sonó, lejana, perfectamente audible en el aire helado de la noche, la campana de la iglesia del pueblo.
-Virginia --dijo el hombre de negro--, ya son las doce, y nosotros aquí todavía.
La voz del desconocido era opaca, lenta, un tanto cansada.
“¿Las doce ya?”, se preguntó Raúl Montes, asombrado. “Con razón se me hacía largo el viaje; mi reloj debió pararse a las diez y diez”.
Iba a rectificarlo, cuando oyó que el hombre de negro se dirigía a él: --¡Sería usted tan amable, señor, que nos ayudara un poco empujando el coche?
Por supuesto que si, por que Raúl Montes siempre fue un hombre servicial; por otra parte, le agradaba el asunto, que venía de pronto a romper la monotonía de su viaje. “Un poco recargado el traje de la novia”, pensó; “pero, tal vez, se casó con el ajuar de la madre, o de la abuela”, “simpática costumbre”, se dijo.
Sin poder explicárselo (quizá el lugar, la hora o las circunstancias) sintió Raúl Montes una extraña simpatía hacia aquella gente, cuyo auto había tenido la maldita ocurrencia de descomponerse en medio del camino, en una noche así, y nada menos que en el viaje tan importante. Se dispuso, pues, a ayudarlos. Apoyó las manos en la parte trasera del automóvil y esperó a que los dos hombres unieran sus esfuerzos al suyo; pero vio con sorpresa que los viajeros ocupaban sus asientos dentro del coche, esperando, por consiguiente, que empujara él solo. “¡Caramba!”, murmuró. Pero, bueno, ¿qué iba hacer? Comenzó, pues, a empujar al automóvil, que ahora, con un poco de disgusto, le estaba pareciendo un cachivache viejo. Instalados, pues, los viajeros en su auto, Raúl Montes procuró, con gran esfuerzo --a pesadez del camino hacía más penosa la tarea--, impulsar el auto, que comenzó a moverse lentamente. Así logró hacerlo avanzar unos metros. Se detuvo, fatigado. Del interior del coche no salía ni una voz, ni un rumor. Raúl Montes siguió empujando solo, paso a paso, trecho a trecho, deteniéndose cada tanto. La transpiración le humedecía ya el cuerpo. “Que gente más desconsiderada”, se dijo. “Bien podían haber ayudado; después de todo, son ellos…”
En este punto una extraña idea lo sobrecogió. Se detuvo pensando. Vacilo antes de resolverse; pero luego se adelantó y miró hacia el interior del coche. Allí no había nadie, ni la pareja, ni el hombre, ni la mujer de edad: nadie. Se veían los asientos, viejos y carcomidos; todo era allí viejo, deslucido, destrozado.
Lleno de terror dio un paso atrás, y en seguida volvió a la parte trasera del coche y miró la patente; en ella se leía, con caracteres negros en fondo blanco. Mendoza 1924. Entonces, como en un desvanecimiento, confirmó que ciertos detalles (que antes ya había observado en el estilo y la línea del coche) se habían acentuado, y que se trataba de un modelo de, por lo menos, treinta años atrás.
Huyó. Sintiendo el redoble de su corazón aterrorizado, Raúl Montes huyó, simplemente. El viento frío le daba en la cara, pero él no lo sentía. El pavor estaba atrás, en ese lugar del camino hacia el cual no se atrevía a volver la vista…
Cuando pasó ante las primeras casas raleadas, se detuvo. Estaba empapado de sudor. Tan, tan, tan, latía su corazón. Miró entonces hacía atrás: a lo largo del camino obscuro, nada se veía.
“¡Dios mío!”, murmuró. Se secó el sudor de la frente con la mano temblorosa. Sus piernas estaban blandas, como ajenas.
Vio una puerta con luz: un almacén. Hacía allá se dirigió.
El negocio era lo que se dice de mala muerte, pero adentro había un ambiente cálido. Era, después de todo, un refugio. ALMACÉN y BAR, rezaba el letrero. Al empujar la puerta, sonó un timbre de alarma que lo sobresaltó. El almacenero estaba solo, acodado al mostrador sucio y despintado. En un rincón había una mesita y una silla de paja. Raúl Montes ocupó el lugar y el almacenero se aproximó.
-Buenas noches.
-Buenas noches, señor. ¿Frío, eh?
Raúl Montes fijó su mirada en su reloj enorme que colgaba en la pared, sobre una puerta: las once. Los oídos le silbaban.
- ¿Anda bien ese reloj? —preguntó al dueño del negocio.
-Sí, señor, por lo menos…Habrá quizá alguna diferencia de cinco minutos, pero nada más.
Sólo entonces se atrevió a consultar su reloj. Este marcaba las once y cinco.
-Un café bien caliente.
Intenta tamborilear con los dedos en la mesa, pero lo que se produce es un temblar de toda su mano. Repetidos e incontrolables escalofríos lo recorren entero.
-Bueno, la noche no es para menos –comenta el almacenero y agrega, solícito: --¿Quiere que le sirva algo fuerte con el café?
-Bueno –acepta Raúl Montes--. Una ginebra.

  

Integrador 1° Parte

 Alumnos : este es el primer trabajo integrador que voy a presentar. El objetivo de este instrumento es poder integrar contenidos que vimos...